A ese súper partido que perdió el fútbol argentino en esta temporada 2011/12 lo rescata el verano. Y lo ubica en escena aplicándole la máxima dosis de morbo. Aunque sea cierto que no se juegan nada tangible y que no pulsean por tres puntos de un torneo local o internacional, nadie olvidará el Boca-River de esta noche. Es que será el primer Superclásico de la historia que los encuentra en categorías diferentes.
Ahí, devorada por ese rasgo inédito, la original esencia amistosa se reduce casi a la nada.
Aquí, en esta capital chaqueña tan cálida como hospitalaria, testigos privilegiados serán unos 25 mil hinchas, aunque no se descarta que sean muchos más que la capacidad del coqueto estadio Centenario, algo que a los organizadores preocupa porque no quieren que se desborden las tribunas, como ocurriera en esta cancha con otros espectáculos. La seguridad es un tema de fondo. Por ese ítem, el Boca-River salió de Mar del Plata. Aprovechó el gobernador Jorge Capitanich y, en una gran movida política y económica, logró lo que jamás había sucedido y trajo el Superclásico a su provincia. Sabiendo que garantizar la paz es clave, pactó peligrosamente con las barras y montó un inmenso operativo.
Para reducir el riesgo de este Superclásico histórico, no ayudó River. Mienten en Núñez si declaran que no es relevante este partido. O tienen mala memoria. No querían ver a Boca ni cerca. Si hasta pidieron no viajar en el mismo avión... No se olvida lo dicho por Passarella: “Por la seguridad no hay que jugar. No nos hacemos cargo de lo que pueda pasar” . Tampoco se diluyó la frase desafortunada de Almeyda: “No es momento para jugar. ¿El hincha de River se va a bancar las cargadas? ¿Y nosotros en el hotel? Va a ser un desastre...” . Eso sí, los jugadores siempre quisieron el partido. El Chori Domínguez chicaneó: “Si les ganamos, a ellos se les viene la noche”.
Por su condición de último campeón y por hallarse en Primera División, empezó Boca caminando este escenario con tranquilidad total. Desde el presidente Angelici hasta el técnico Falcioni y los futbolistas, todos, coincidían en que se trata del espectáculo más lindo y que sería una injusticia esconderlo. Sin embargo, en las últimas horas, los nervios se instalaron.
Y sin decirlo directamente, lo blanqueó el propio Emperador con tres instantáneas: 1) Al insistir con lógica y sin éxito para que Silva jugara hoy; 2) al exagerar con los fantasmas que hizo revolotear alrededor de la expulsión que marginó a Cvitanich de estos 90 minutos; y 3) al manifestar tras la caída con Independiente que con River “por ahí pongo a los pibes”.
Al cabo, por las alineaciones, hoy Boca parece más debilitado que River. A Falcioni le faltará la mitad más uno del equipo titular que proyecta para la Copa. Jugará sin Clemente, Rivero, Erviti, Riquelme, Cvitanich y Silva. Seguirá Roncaglia de “3”, debutará Ledesma en su regreso y Colazo será el volante izquierdo. Distinto es para Almeyda: sólo le falta Ocampos.
¿El Boca de Primera mostrará esa solidez de campeón que aún no exhibió en este 2012? ¿El River de la B Nacional exhibirá la misma fluidez en el juego que sufrió Racing? Contestará el Superclásico que, antes de jugarse, ya se sabe que no se olvidará.
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